viernes, 16 de marzo de 2018

Téngase presente

Hay días buenos y malos, día para vivir y para morir; días en que no debimos haber despertado, sino seguir soñando; días que por incumplidos deberían agregarse al final del periodo de control, para seguir prolongando la pena en libertad; días en que debimos despertar muertos, para revivir milagrosamente al tercer día; días en que la lluvia debería untarnos en la tierra para renacer en brotes luminosos en la otra primavera; días que no debieron haber interrumpir esa claridad profunda de la noche; días de nirvana, de despertar en otros universos, o en todos a la vez, y no en esta coraza ínfima tatuada de heridas y esperanzas; días en que el sacrificio nos exigiera la renuncia, e idos en ese rito reviviéramos en sueños ajenos; días que no son días, sino una agonía o un despertar forzado, un levantarse a medias, quebrados, dolidos, que existe solo por la acción mecánica de nuestras raídas estructuras. Pero bien sabemos que el dolor nuestro es apenas un rasguño frente a la desvergonzada masacre de la injusticia, la guerra y la locura. Y a medidas que avanzan las horas, los días muertos ceden al impulso que porfiadamente se apoderará de nuestro labios, de nuestros noches y sueños, en esa lucha que nos impregna de sus aires, para darnos nuevamente vida.


La imagen puede contener: texto

No hay comentarios:

Publicar un comentario