lunes, 29 de mayo de 2017

Contradictorio

A medida que pasa el tiempo el círculo se va cerrado. El relato que cada uno pergeña es cada vez más rígido y cada vez menos nos asombra el día a día. Tenemos que activar ese dispositivo de  absurdas certezas inoculada en el centro de la frente para equilibrarnos en la rutina: religión, política, prejuicios mal concebido y mal conservados, pero que obsesivamente deseamos confirmar. Más de alguno añora el tiempo pasado, pero no pasa de ser un maldito signo de vejez. El tiempo pasado nunca fue mejor, salvo como espejismo. Siempre la mejor lucha es la que está por librarse (no olvidar que la primera y la última es contra la muerte). Ahora bien, las vidas se van enredando, y quizá sea mejor decir que esa consecuencia que nos llenaba la boca tiempo atrás es bien reemplazada por la contradicción, como el conocido verso de Whitman “Do I contradict myself? Very well, then I contradict myself, I am large, I contain multitudes”. Hay una renuncia y un sueño, pero contradictorio, una multitud habitando agolpada en limitados cuerpos. Es porque eso me molesta tanto aquellos que buscan de debajo de la alfombra de algún seudo héroe la putrefacta sonrisa de un muerto para satisfacerse: que este era sí, que tal no era lo que pontificaba. Todos malditamente humanamente y punto. Lo anterior, no es en caso alguno una renuncia a la rebelión y la poesía. Eso es dejar de vivir. Pero nos coloca en el centro de la miseria neurótica que alimenta los vapores del tiempo social y de su máquina brutal: vida simplemente, que en todo caso siempre puede ser mejor. Por lo mismo, el emplazamiento natural es al heroísmo a pesar de todo, sin resultados ni recompensas, es al gesto inútil, a las cosas que se entregan sin saber por qué, al instinto vital debidamente condimentado por las especias de la creación, la rebeldía o la fuga.