He vivido en la suspensión durante ya varios años.
Suspensión que ha supuesto un descreimiento temporal en mis creencias tangibles
y un sumergimiento. No ha sido una parálisis, una negación consciente de mi
discurso, sino un ahogo que la fuerza de los cambios ha vuelto inevitable. En
ese mar, leer, escribir, soñar, volver a mis creencias, ha sido complejo.
Obsesionado por lograr los precarios equilibrios que me permitan responder ante
quienes me debo, lo restante ha pasado a un segundo plano. Esa vocecilla incómoda
que me soplaba versos o soñaba ansiosamente, ha callado más de lo deseado. Son
momentos de ajustes, de transitar y de luchas sisíficas. Pero todo se guarda en
un rincón oscuro, todo va dejando su firma en un libro que un día próximo
recuperaré. Y mientras brego hacia un puerto de nuevas aguas, las certezas
adquieren la furia de un atardecer atascado entre nubes que quieren negarlo
pero no lo pueden apagar.
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